Soledad, sinónimo de casa
Un break del mundo externo te reconecta con aquello que te hace feliz
Siempre he sido una persona que le gusta su soledad, que la abraza y la disfruta, que se cuelga de ella con su última voluntad. Tal vez venga del hecho de que soy hija única, de que mis padres son divorciados y crecí con pocas personas a mi alrededor desde muy temprana edad, o tal vez no, y solo sea que tengo una parte ermitaña en mi personalidad. De igual forma es algo que me caracteriza, y recientemente lo había ignorado debido a la prisa constante del día a día.
Sin embargo, en esta semana me di tiempo para pensar. Dejé a un lado las redes sociales (algo difícil, pues me gusta crear contenido), puse mi teléfono en modo avión y me desconecté. Me perdí en las horas, en los diferentes tonos de rayos del sol entrando por mi ventana y en los renglones del libro en el que me había escabullido, metiéndome tanto en la historia como hace tiempo que no lo hacía. Las comidas se aplazaron, mis manos terminaron cansadas de tanto escribir y ni siquiera me tomé la molestia de contar las tazas de café que consumí.
Y me gustó volver a mi soledad. Olvidarme un poco de las cosas que debería o no hacer mientras pudiera (acá el porqué del retardo en publicar el Substack de la semana) y volver a mi centro. Me recordó lo mucho que me gusta cocinar mientras escucho música, o lo tanto que amo las mañanas lentas, con desayuno y café en la cama. Me ayudó demasiado a reconectar con mis pensamientos, mis deseos y redireccionar a donde quiero que vayan estos últimos meses del 2024. También me llevó a sobre pensar.
En noviembre cumplo 21 años y a pesar de que soy un adulto funcional, no me creo que estoy a poco de ser legal en todo el mundo. Y en un mes inicio mi último año de universidad, lo que quiere decir que para estos días el próximo agosto la vida de estudiante ya se habrá acabado. Y no estoy segura de estar preparada para ninguno de estos dos acontecimientos. ¿Cuándo fue que pasó? ¿A dónde se fue el tiempo?
La vida simplemente sucede, no se detiene. Y por ello es necesario tomarse un momento para estar contigo mismo, para resetear un poco tu realidad, para ganar claridad, para no perderse en la rutina diaria, ni olvidarte de tu camino.
Para mí, estar con mi soledad, es sinónimo de casa, de hogar. Porque hallarse en ese estado, en esa libertad, sin necesidad de responderle a nadie, es donde puedo conocerme más, donde me puedo preguntar que es lo que quiero y ver que puedo hacer para llegar a ello.
Te recomiendo hacerlo de vez en cuando.
No sabía muy bien a donde iba este escrito, pero creo que ya llegamos.
Gracias por leer a una extraña en internet y recuerda que si algún día me quieres hallar, busca por las calles empedradas de Milán.
Ciao,
— Ximena.